MISA PRIMER VIERNES DEL MES DE OCTUBRE

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Como primer viernes de mes, el próximo 1 de octubre, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Rescate convoca a sus hermanos y amigos, y a todos los fieles y devotos del Señor del Rescate a sus cultos mensuales en la Iglesia Parroquial de Sta. María Magdalena, Iglesia del Corpus Christi, en la Placeta de Ntro. Padre Jesús del Rescate.

Comenzarán los cultos a las 20:45 con el rezo del Trisagio a la Santísima Trinidad y Oración por las intenciones de SIT (Solidaridad Internacional Trinitaria), tendiendo lugar la Eucaristía oficiada por el Rvdo. Padre Aurelio Gil de la Casa, OSST, Ministro de la Casa de la Santísima Trinidad de Granada, a las 21:00.

Al término, disfrutaremos de un rato de convivencia en la Casa de Hermandad, en Calle San Miguel Alta número 19, bajo.  

Un abrazo en Cristo

SAN SIMÓN DE ROJAS

En la jornada de ayer, festividad trinitaria de San Simón de Rojas, el Grupo de Adoración Nocturna de la Santísima Trinidad, Turno 28 que integran miembros de la Cofradía del Rescate, celebró la Eucaristía de Adoradores en honor al Santo vallisoletano.

El 28 de octubre de 1552, fiesta del Apóstol San Simón, nacía en Valladolid Simón Ruiz de Navamuel y Rojas, siendo en tercer de los cinco hijos del matrimonio formado por Gregorio Ruiz de Navamuel, oriundo de Valderredible (Cantabria) y de Costanza de Rojas, natural de Móstoles (Madrid). Siendo de lugares tan distantes, se conocieron en Madrid, y optaron por trasladarse a Valladolid siguiendo a la Corte, en esta ciudad abrió un negocio familiar, una carnicería.
Ya en Valladolid, tenían su hogar en las inmediaciones de la actual Plaza de Portugalete. Hoy en día, cuando se entra en la Catedral vallisoletana, se puede ver en la segunda capilla del lado del Evangelio una placa y un retablo del Santo, en recuerdo en ese mismo lugar se concontraba la casa natal de San Simón de Rojas. Y bien cerca se encontraba, en la Iglesia de Santa María de la Antigua, la que probablemente fue su principal devoción en su niñez, Nuestra Señora de la Zarza.
En su niñez pasó algún tiempo en la zona de Reinosa, regresando posteriormente a Valladolid. A su vuelta emprendió algunos estudios de gramática. En contra de todos,pide entrar en la Orden Trinitaria. Tiene entre 14 y 15 años cuando, en 1566, es admitido en el Convento de la Santísima Trinidad (Trinidad Calzada) de Valladolid. Su noviciado se prolongó durante cuatro años que le servirá para fundamentar su vocación con la sabiduría espiritual y humana de su maestro, el P. Bernardo de la Cruz. El día que cumple 20 años, 28 de octubre de 1572, emite su profesión religiosa en manos del P. Pedro de Criales, vicario del Convento.
Poco después es enviado a Salamanca. De camino a dicha ciudad para en el Santuario de la Virgen de las Virtudes ( Paradinas de San Juan). Hace una novena a Nuestra Señora, que finaliza con el inesperado resultado de curar de la tartamudez. Llegado a Salamanca , desde 1572 hasta 1576 cursa Artes, y Teología de 1576 a 1580. En 1577 recibió la ordenación sacerdotal, yéndose a celebrar la fiesta de su primera misa junto a la Virgen de las Virtudes.
Tras su formación universitaria es nombrado, en el Capítulo Provincial, Lector de Artes del Convento de Toledo, nombramiento que se renovará en sucesivos capítulos. De 1580 a 1587 se consagra como formador de jóvenes religiosos en la Trinidad de Toledo. en esta misma ciudad conoce al por entonces novicio  fray Juan García Rico,conocido después como san Juan Bautista de la Concepción, iniciador de la Descalcez Trinitaria (erigida en 1599 por Clemente VIII).
En 1601, poco antes de que la Corte saliera para irse a Valladolid, entra Simón de Rojas en el convento de la Trinidad de la calle Atocha.  La Condesa de Altamira, urdiendo una treta, lleva engañado al Padre Rojas a presencia de Felipe III y de Margarita de Austria. Quedan encantados con la humildad que respira. “No he conocido hombre que huela menos a mundo”, confesará el Monarca. Felipe III lo escogió como consejero personal, al que pedir opinión sobre los puntos que más le preocupaban.
Felipe III confía la educación de sus hijos, los infantes don Carlos y don Fernando (el futuro “Infante-Cardenal”) en algunos períodos de su infancia al Padre Rojas; también el cuidado espiritual de la infanta doña Ana Mauricia, futura esposa de Luis XIII de Francia,.
Margarita de Austria y Felipe III mueren asistidos por el Padre Rojas. La última mirada de Rey la recoge su cuadrito de la Virgen del Pópulo. Felipe IV llega al trono con gran confianza y amistad hacia fray Simón. Nadie mejor que él para ser nombrado Confesor de la Reina Isabel de Borbón. El 18 de diciembre de 1621 se expedía la Real Cédula de nombramiento para uno de los puestos más ambicionados de la Corte hispánica: Confesor de la Reina. Cédula que recibió el ya Provincial de Castilla a los pies de su Reina, Nuestra Señora de Tejeda.
Una de las obras más conocidas de Fray Simón de Rojas es la fundación de la Congregación de Esclavos del Santo Nombre de María. Aprovechando su posición en la Corte, logrará de Gregorio XV la extensión de la fiesta litúrgica del Nombre de María a la archidiócesis de Toledo y a los trinitarios de las Provincias españolas.
Además es uno de los mayores apóstoles del Rosario en la historia de la Iglesia. Reaccionó contra el uso del mismo como joya y adorno más que como objeto de devoción e invitación a la oración. Los hacía él mismo, sencillos, de cuentas blancas y cordón azul, y no dando abasto para fabricarlos, contrató los servicios de un fabricante madrileño, que llegó, en algunas semanas a servirle pedidos de mil quinientos rosarios, que él repartía por doquier. Una variante del rosario común, el “Rosario del Padre Rojas”, o rosario en honor de la Inmaculada Concepción, de 72 cuentas, en honor de los años que habría vivido la Virgen, tuvo una difusión enorme durante su vida, y también después de muerto, merced al encargo que dejara a su amigo, el carmelita Miguel de la Fuente.
El 21 de noviembre de 1611 comenzó su andadura en Madrid una de las corporaciones más castizas del antiguo Madrid, la que seguramente, al presente, sea la institución caritativa más antigua de la Capital de España: la Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María; para los madrileños, “el Ave María”. Se trataba de una idea acariciada desde hacía varios años por el Padre Ave María. El día que murió en El Escorial la reina Margarita de Austria, asistida por su entrañable amigo, éste se decidió a comentarle a Felipe III su proyecto, que recibió una respuesta entusiasta del Monarca.
La Congregación estaría dedicada al Nombre de María como cofradía de culto, como esclavitud, para ser más exactos, siendo la segunda corporación esclavista en la historia de España, precedida solamente por la de las Concepcionistas de Alcalá de Henares. Agregada a la Orden de la Santísima Trinidad, tendría su sede en el convento trinitario de la calle de Atocha.
De acuerdo con el carisma de la Orden, siempre se preocupó por la redención de cautivos, mandando de lo bueno, lo mejor, a cuantos gemían en dura cautividad en el Norte de África, recogiendo dinero para su redención y apoyando las campañas de los religiosos redentores de turno. Mucho le impresionó la muerte en Argel de sus compañeros, los Padres Bernardo de Monroy, Juan del Águila y Juan de Palacios, víctimas de la intolerancia berberisca en un viaje de redención de cautivos. Fue él quien comenzó sus procesos de beatificación.
Los martes de cada semana los dedicaba a visitar las cárceles de la Villa y Corte, llevando los sacramentos y comida a los presos, interesándose por sus historias y cuitas, lavándoles las llagas y suministrando medicinas. Muchos condenados a muerte fueron animados por su presencia amiga y serena, entre ellos don Rodrigo Calderón, que gracias a la palabra afrontó su famosa muerte en el cadalso público con aquella serenidad que dejó al pueblo de Madrid sumido en un gran silencio.
Visitador de hospitales, fundador de una casa para niños expósitos, siempre al tanto de los pobres vergonzantes para aliviarlos en su necesidad, sustentador en sus miserias de los sacerdotes seculares pobres y de los soldados mutilados y cesantes...
Mostraba una especial predilección por los niños de muchos de ellos fue padrino en su bautizo.
Pasado el tiempo, ya en el año 1624, con una edad de 72 años, se da cuenta de que el tiempo se le acaba. Y vislumbra la proximidad de su muerte. En el mes de julio, un hecho brutal le ha herido en lo más sensible de su corazón, hasta quebrantar su salud y no encontrar ya mucho gusto por esta vida terrena. Un perturbado, con visos de hereje, entra en la iglesia de San Felipe el Real, en la cercana Puerta del Sol, mientras un religioso agustino celebra la misa. Se dirige al altar, le arrebata la Sagrada Forma y la pisotea en el suelo.
Fray Simón se afecta con la noticia de la profanación, y no será ya el mismo a partir de aquel día; algunos dirán que la muerte se le anticipó por aquel disgusto. Pasa agosto en Madrid, y tiene tiempo de retirar un encargo al escultor Juan de Porres, una imagen de la Virgen para la Congregación del Ave María. Con los inicios de septiembre hace una escapada a Ocaña para asistir a una sonada fiesta de la Virgen de los Remedios: será su último viaje fuera de Madrid.
Vuelto a la Corte, se dispone para un larga jornada, despidiéndose de todos como si se marchara de viaje. La Reina no se entera de lo que le quiere decir; ya le ha dicho muchas veces que no le gusta que se ausente de Madrid. De todas maneras, debe prepararse para una confesión general, en la que escuchará recomendaciones que le valdrán de por vida, como testamento espiritual de su confesor. Pasa a saludar a Felipe IV, saluda y regala rosarios a damas y señoras. De camino, se despide de la Madre Mariana de San José, en la Encarnación. Cierra cuentas con sus proveedores, que son los de los pobres y devotos del Padre Rojas: el tejedor, el panadero, el confitero (que hacia golosinas que el Santo repartía entre los niños), el fabricante de rosarios. Manda saludos y notas escritas a las Concepcionistas; se pasa por las Descalzas Reales. Va a dar un abrazo a su amigo y compañero de trajines palaciegos, el P. Jerónimo de Florencia, al Colegio de la Compañía de Jesús. Reparte los últimos consuelos en la cárcel de Santa Cruz.
En la oración de Completas del 27 de septiembre, pide a los frailes de su comunidad que nadie falte a los maitines de esa noche. Sorprendidos se retiran a sus celdas, y acuden en pleno a la media noche para el rezo coral. Fray Simón, contento de estar con todos sus hermanos, acompaña el canto de los salmos sentado al órgano. Al acabar, se pone en la puerta del coro y abraza uno por uno a todos los religiosos, regalándoles un rosario y un cuaderno con el texto del Oficio del Nombre de María. Nadie sabía exactamente qué estaba pasando. Se quedó solo en el coro, haciendo oración. Hacia las cuatro de la madrugada, cualquier fraile noctámbulo lo vio por la escalera, retirándose a su celda, parándose un instante ante el cuadro de la Virgen de los Desamparados.
A la mañana siguiente lo encontraron tendido en el suelo de su habitación, completamente inconsciente. Acuden los médicos, que intentan que vuelva en sí, inútilmente. Por Madrid se ha corrido la noticia de que el Padre Rojas se muere. El 29 de septiembre de 1624, domingo, poco después de las tres de la tarde, expiraba el Santo.
La reacción popular fue increíble y nunca vista. Lo ocurrido a la muerte del Santo impresionó a quienes la vivieron como uno de los espectáculos más grandes de sus vidas. El pueblo de Madrid se echó a la calle, en algarabía de nobles y plebeyos, ricos y pobres, clérigos y frailes, que amenazan con echar al suelo las puertas de la Trinidad. Quieren ver a su Padre. El rumor llega a Palacio, mandando el Rey a doscientos guardias que pongan orden; tarea imposible, debiendo abrir los frailes las puertas de par en par.
La Reina manda a los tres mejores pintores de cámara para que lo retraten muerto. Uno de ellos era un joven sevillano, que llevaba un año como pintor real. Su nombre, Diego de Silva Velázquez.  Además, Isabel de Borbón pide que le lleven el hábito para hacer las ropillas con que se vestirían durante años los príncipes e infantes de España recién nacidos. En pocas horas se imprimen en Madrid varias relaciones de la muerte del Santo, que la gente busca por doquier. Lope de Vega llora desconsolado en un rincón de la iglesia trinitaria, y mueve a los comediógrafos y corrales de comedias para cantar la presencia del amigo perdido: “nunca se ha visto en Madrid, -comenta una relación impresa-, que al mismo tiempo se estén representando tres obras del mismo asunto”. Las comunidades religiosas hacen porfía para predicar las honras fúnebres, tomando la resolución de hacer nueve funerales, aparte de las exequias, para que se luzcan los mejores oradores de la Corte.
 El Patriarca de Indias, al llegar ante el cuerpo expuesto, exclama: aquí falta una mitra, y aún dos, quitándose la suya para ponerla a sus pies, aludiendo a los obispados de Valladolid y Jaén, que no había adquirido admitir en vida. El cuerpo de fray Simón fue sepultado en la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios, una de las laterales del templo trinitario de la calle Atocha.
Las principales ciudades de España celebraron funerales lucidos a fray Simón, señalándose su patria, Valladolid, a los que asistió san Miguel de los Santos. La fama de santidad de fray Simón, que había pasado las fronteras españolas, organizó solemnes exequias en Lisboa y en París.
El Nuncio en España, Giulio Sacchetti, impresionado por los hechos, dejó caer la frase de que “si el Papa hubiera visto lo que yo, hubiera canonizado al Padre Roxas al momento”. Sus cartas, llegadas a Roma en octubre, en las que describía el grito unánime de las Españas por la muerte de fray Simón, no llegaron tan deprisa como los rumores de lo ocurrido. Hecho inaudito en los anales de la hagiografía moderna, es que a los seis días de haber muerto fray Simón se comenzara su proceso de beatificación, iniciando las diligencias del proceso informativo bajo la autoridad del Nuncio Sacchetti.
Dicho proceso se cerró dos años más tarde, con abundante material procedente de las declaraciones de varios centenares de testigos, representativos de toda la sociedad española del momento, con la Reina Isabel de Borbón a la cabeza, obispos, teólogos, religiosos de varias órdenes, literatos, nobles, militares, empleados de la corte, gente del pueblo llano... En septiembre de 1626 se enviaban a Roma, con buenas esperanzas que se vieron frustradas con los decretos de Urbano VIII de no proceder en las causas hasta pasados los cincuenta años de la muerte de los siervos de Dios.
El itinerario romano de esta causa fue acompañado por una interesante acción diplomática, en la que destacó el interés de Felipe IV y Carlos II. Para trabajar en la causa, los trinitarios calzados españoles abrieron una casa en Roma, costeada por el Arzobispo de Lima y Virrey del Perú, el trinitario fray Diego Morcillo Rubio de Auñón. Abierta en 1748, la Trinidad de los Españoles de Via Condotti, que impresiona por la belleza de su fachada, y mucho más por la de su interior a cuantos se dirigen a la cercana Plaza de España, recuerda el interés con que los trinitarios calzados se tomaron todo lo relativo a la exaltación de su santo Hermano.
La desamortización de Mendizábal, que hizo desaparecer a los trinitarios calzados de España, fue de consecuencias fatales para éstos. Mientras que los descalzos lograrían sobrevivir a las adversidades, los calzados desaparecieron definitivamente en Roma, en 1894. Con estas adversidades, la canonización de Simón de Rojas se haría de esperar.
El convento de la Trinidad de Madrid quedó deshabitado y fue destinado a los usos más variados. Finalmente fue demolido, y en su solar se levantó el Teatro Calderón, que se asoma a la actual plaza de Jacinto Benavente. Los restos de fray Simón, encerrados en una preciosa urna de plata repujada, fueron trasladados a la cercana parroquia de Santa Cruz, y finalmente depositados en la Capilla del Ave María. Allí estuvieron hasta 1936, en que lo precioso de la urna atrajo el pillaje de algunos, siendo robada y desapareciendo los sagrados restos del entonces beato.
Reconocida la heroicidad de sus virtudes por Clemente XII, el 25 de marzo de 1735, fue beatificado por Clemente XIII, el 19 de mayo de 1766. El 3 de julio de 1988, el Papa Juan Pablo II le inscribe en el Catálogo de los Santos a este gran siervo de María y padre de los pobres.

Bibliografía:
Aliaga Asensio, Pedro ( o.ss.t.): Simón de Rojas, Trinitario "Siervo fiel de María, amigo de los pobres"

INTENCIÓN DE SIT - SEPTIEMBRE 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

COMIENZO DE CURSO - MISA ANIVERSARIO FUNDACIONAL

jueves, 16 de septiembre de 2010

Estimados Hermanos:

Con el mes de Septiembre llega el inicio del curso 2010 - 2011 y, por ello, tenemos nuestra primera cita de Hermandad ante nuestro titular. 
Como sabeis, el día 26 de Septiembre de 1925 nació en Granada la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Rescate y es por ello que, con motivo de este LXXXV aniversario fundacional, la Hermandad celebra una Eucaristía.

No obstante, ya que el día 26 es el día de la salida de la patrona de Granada, la celebración de la Misa se adelantará al sábado 25 de septiembre a las 20:30 horas, en nuestra Sede Canónica, Parroquia de Santa María Magdalena. Será celebrada por los Padres Trinitarios de la Casa de la Trinidad de Granada.
Durante la celebración eucarística, se hará entrega de una placa conmemorativa a los hermanos que cumplen 25 y 50 años en la Cofradía, haciendo con su cariño, devoción y trabajo posible esa palabra Hermandad en torno a la cual nos reunimos frente a la imagen de Cristo.

85 años de Cofradía del Rescate en Granada que se consiguen con la unión de muchos pequeños momentos compartidos, por lo que os invitamos a celebrar juntos, en comunidad cristiana y en hermandad sincera, el próximo día 25.

Además, tras la Misa, nos reuniremos en la Casa de Hermandad, en la Calle San Miguel Alta número 19, bajo, para compartir momentos de unión y celebración. Os esperamos.

Un gran abrazo en Cristo, enhorabuena y felicidades por este aniversario que es de todos, en Él. Sigamos haciendo Hermandad...